
La académica llama a reivindicar la autonomía docente y la participación de las comunidades educativas por su conocimiento de las particularidades de cada territorio, con miras a una formación que priorice en el desarrollo humano.
“Necesitamos formar futuros ciudadanos que sean respetuosos de la diversidad, que sean colaborativos, solidarios. Necesitamos afianzar la democracia en Chile y para eso la escuela es fundamental, después de la familia”, asegura la doctora en Educación Diferencial Nolfa Ibáñez, Premio Nacional de Educación 2021, quien fue invitada a integrarse al directorio de Fundación Educación Futuro.
La investigadora académica plantea la urgencia de realizar un cambio estructural profundo en la educación chilena para dar paso a un modelo que recoja la diversidad como eje fundamental, enfocado en los procesos de aprendizaje, más que en evaluaciones estandarizadas centradas en resultados. En esta tarea, llama a reivindicar la autonomía docente y la participación de las comunidades educativas por su conocimiento de las particularidades de cada territorio, con miras a una formación que priorice en el desarrollo humano.
¿Cómo recibe la invitación de Fundación Educación Futuro para formar parte de su directorio?
Me parece muy interesante. Creo que es importante abrir espacios para que los profesores y las profesoras puedan mostrar sus talentos. Nuestro actual sistema educacional, la actual política o la lógica que lleva su política restringe ese espacio de autonomía de los profesores para que puedan demostrar lo que ellos, efectivamente, pueden realizar.
¿Cuál es su diagnóstico de la educación chilena?
Yo pienso que la educación chilena requiere un cambio estructural profundo, lo antes posible, porque está focalizada en aspectos que no son los urgentes que requiere el desarrollo humano de los niños y niñas chilenas, en el mundo de hoy. Está focalizada en los contenidos, hay un currículum sobredimensionado, con demasiadas evaluaciones, centrada en los resultados. Se descuida lo más importante que son los procesos. Y en relación a los contenidos, la segmentación es muy grande y profunda, no hay articulación entre sectores, entonces los niños, las niñas, los jóvenes aprenden cosas descontextualizadas. Ese, creo que es el principal problema: la descontextualización del currículum, en relación al mundo de vida de las personas. Eso requiere un cambio. Hay más énfasis en la competencia que en la colaboración, en el individualismo. Entonces, necesitamos formar futuros ciudadanos que sean respetuosos de la diversidad, que sean colaborativos, solidarios. Necesitamos afianzar la democracia en Chile y para eso la escuela es fundamental, después de la familia, para formar personas que se comporten como nosotros queremos que sean los integrantes de nuestra sociedad y eso no está ocurriendo.
¿Cuáles son las principales brechas educacionales que le preocupan y que deberían ser atendidas de manera preponderante?
Me preocupa mucho la opinión de expertos, de colegas muy prestigiosos que están convencidos de que los niños pobres, o rurales, que no tienen en sus casas presencia de cuestiones intelectuales tienen problemas con su aprendizaje cognitivo. Ese es un profundo error. Las niñas y niños con independencia de su situación socioeconómica son igualmente inteligentes, tienen aprendizajes de todas maneras. Lo que pasa es que esos aprendizajes pueden no corresponderse con aquello que la sociedad considera entrecomillas, la norma, y que es el obstáculo principal para acoger, aceptar y valorar la diversidad de una sociedad. Nosotros tenemos investigaciones que nos muestran que eso es así. Hemos estudiado las interacciones de niños desde que nacen y los hemos seguido hasta 2° básico. Ahí vemos que niños mapuches o rurales se ven mucho más inteligentes que los nuestros a una edad particular, 1 año o 2 años; pero resulta que esos mismos niños van a la escuela y obtienen los peores resultados en las mediciones, porque la escuela está pensada como si todo el mundo aprendiera lo mismo y de la misma manera. Dicho de otro modo, creo que las lógicas que guían el desarrollo económico y social actual tienen una idea homogeneizante de que aquello que es bueno para la humanidad se logra con procesos similares en todas las personas, ignorando las diferencias que hay en la construcción de sentido y significados del mundo que se construyen dependiendo de cómo se viva. De este modo, se invisibiliza, se ignora lo que ese niño o niña trae, que es muy valioso, que son aprendizajes de otro modo y eso no se toma en cuenta ni se da espacio para que eso surja en la escuela, sino que se invisibiliza con los resultados que todos conocemos. Hay una evaluación estandarizada con una lógica que no está presente en las relaciones familiares de niños que son diferentes a la media y se pierde la posibilidad de incluir esos aprendizajes valiosos en la escuela para que sus compañeros puedan aprender también de ellos. Ese es un problema serio que tiene nuestra educación, la falta de amplitud de mirada respecto de la diversidad de las personas que constituyen nuestra sociedad.
¿Qué debería hacerse para que nuestra educación fuera más inclusiva?, ¿modificar los modelos evaluativos del aprendizaje escolar, por ejemplo?
Bueno, por eso hubo un gran movimiento académico de NO al SIMCE. Lo que estoy diciendo es compartido por la gran mayoría de quienes estamos en educación, en relación a cambiar las lógicas que guían estas estructuras. Acoger la diversidad no tiene que ver con incluir a personas que son peores que uno, la diversidad tiene que ver con diferencias, no con algo mejor o peor. Esto tiene que ver con las lógicas de las políticas. Esta mirada universalista de lo humano es una cuestión que ocurre en muchos países, ante lo cual hay muchísima literatura y estudios para que esto cambie. Pero, en este modelo que enfatiza en el control, la rendición de cuentas, tenemos esa grave dificultad. Entonces no hay espacio para la aceptación de esta otra mirada, mientras los y las profesoras no hagan algo al respecto, porque los únicos que pueden cambiar la educación es quienes la hacen día a día en sus aulas. No puede cambiar la educación un reglamento, ni una ley, ni expertos, ni premios nacionales. Son las y los profesores del sistema escolar y las y los formadores de profesores los que, a mi juicio, tienen que tomar las riendas para hacer este cambio. Que disminuya la presión de contenidos curriculares, disminuya la segmentación y se valoricen las diferencias dando posibilidad de que surjan, se visibilicen, desde el jardín infantil, sino vamos a seguir en este sistema. Por tanto, acoger al otro como legítimo, ni como mejor o como peor, debería ser un eje fundamental en la escuela y también en la formación.
Yo he hablado mucho de una rebelión docente, en el sentido de exigir espacios de autonomía para poder determinar cómo se llega a los resultados de aprendizaje que especifica el currículum. Si cada comunidad educativa pudiera decir cómo llega a esos objetivos, esto cambiaría rápidamente, porque cada comunidad educativa conoce su contexto, el de sus estudiantes, el de su territorio y podría coordinar distintas áreas disciplinares y priorizar contenido; pero no los dejamos, todo lo contrario. Se le dan instrucciones sobre cómo hacer todo. Y eso creo yo que es el peligro más grande porque la profesionalización docente también se ve en peligro. Un profesional no necesita que le digan cómo hacer su trabajo, sino no hay innovación.
«Necesitamos formar futuros ciudadanos que sean respetuosos de la diversidad, que sean colaborativos, solidarios. Necesitamos afianzar la democracia en Chile y para eso la escuela es fundamental, después de la familia.»
¿De qué manera le gustaría aportar, a través de la fundación, para mejorar la educación pública de nuestro país?
Me interesó participar, precisamente, porque es un espacio para visibilizar las ideas, las innovaciones que los profesores y estudiantes de pedagogías pueden estar implementando. Sé que hay profesores que hacen cosas maravillosas en distintos puntos del país y que los estudiantes de pedagogía aportan creatividad en sus prácticas. Todo espacio que permita relevar eso para mí es importante.
Con respecto a las transformaciones necesarias para mejor nuestra educación, fundamentalmente pienso que hay que dejar de enfatizar tanto el control y la rendición de cuentas para que no pasen a constituir un fin en sí mismos. Y, por otro lado, pedirles a mis colegas que exijan estos espacios de autonomía para poder visibilizar que una profesional no requiere que le digan lo que tiene que hacer. Estar en una rueda de seguir instrucciones limita la creatividad y si uno se acostumbra a ese sistema estamos mal. No vamos a poder modificar estructuralmente nuestra educación si las y los docentes no están mostrando sus competencias para formar personas, más allá de contenidos particulares. Más allá de aplicar metodologías tales o cuales hay que tener conciencia de que la profesión docente tiene una gran responsabilidad que no tiene ninguna otra profesión
Este año la fundación lanza el 1er Concurso Videas21, ¿qué impacto desearía que tuviera esta instancia en la comunidad escolar?
Ojalá haya muchos interesados en participar en este concurso para que profesores y estudiantes de pedagogías suban sus innovaciones en un video corto. En términos generales me parece una muy buena idea y que ojalá tenga éxito para que podamos ver lo que hacen nuestros colegas.
¿Cómo sueña la escuela del futuro?
Ojalá se aproximara un poco a la escuela del pasado. Yo estudié en la Escuela Pública 127, aquí a pocas cuadras, cuando todos los niños íbamos a las escuelas del barrio. Y en ese marco, nos encontrábamos personas de distintas condiciones, personas de clase media acomodadas como nosotros, personas pobres, personas muy pobres porque en esos años había mucha pobreza en Chile, de poblaciones «callampas», así se llamaban, no campamentos, y ahí nos encontrábamos todos. Había hijos de médicos, de obreros, de comerciantes, de obreros y nos relacionábamos todos. Esa es la educación pública que una sueña, que es difícil, por supuesto. La segmentación social es tan grande que es difícil. Pero si tuviésemos una Escuela que mostrara que la educación es estupenda, que tiene estudiantes que aprenden, que son felices, que quieren estar ahí, esa Escuela en pocos años va a tener niños de otras condiciones socioeconómicas. Yo pienso que hay que partir por ahí, por lo que uno puede hacer. Yo sueño con una Escuela que sea el alero donde la sociedad se encuentre, tal como era antes. Eso es lo que mejor hace a la formación humana en una sociedad democrática.